Corazones en pelotas que juegan a hacerse daño.
Empezaste la partida y ambos quisimos jugar, en eso no hay ninguna duda.
Día tras día ibas haciendo la partida más emocionante y hasta parecía que ambos íbamos a ganar.
Mientras todo iba avanzando, yo me asombaba a cada momento de tu capacidad mental para mantener más de dos y más de tres partidas simultáneas (Y eso que los hombres no saben hacer dos cosas a la vez, como cambia la cosa cuando de coñitos se trata...).
Cuando ya empezaba hasta aburrirme de jugar, decides enseñar tus cartas y obligarme a mi a hacerlo. Tu curiosidad me hizo pensar que si te importaba tanto el maldito juego, quizá hasta tenías algo de interés por mi. Pongo mis cartas sobre la mesa... A ver si ese gesto de valentía... Tal vez...
Una mierda!
¿Te digo lo que hay y huyes? ¿Así sois los tíos, no?
Me queda el consuelo de mi sinceridad, que intúo que no ha sido mutua.
No termina de encajarme del todo la idea de que pretendas hacer daño, ya que mi interior me dice que pocas personas buscan el mal ajeno y por lo poco que me creo de ti, supongo que tú no eres de esos...
Pero, ¿Sabes qué? Ya me da igual.
Daño no hay en absoluto, no me ha dado tiempo. Las ganas, me las trago, gracias.
Creo que voy a empezar las partidas que me de la gana y las reglas las empezaré a poner yo, que cualquier cosa que venga del género masculino empieza a olerme a poco sano.
Uno más. :)
1 comentario:
¡Qué poco perdida ando!
No se de quién hablas jooo asi no puedo comentar bieen
bueno, por lo menos has actualizado esto que falta teniaa
te quiero =)
Publicar un comentario